Si lleváis tiempo practicando la pesca recreativa, conocéis de sobra las dificultades que tenemos con el ecologismo. Cada año -sin excepción- nos imponen nuevas restricciones, que poco a poco, limitan nuestra actividad e incluso arriesgan el futuro del sector. Algunas son francamente absurdas, pero no tenemos más remedio que aceptarlas bajo amenaza de sanciones. Todos nos preguntamos: ¿Qué hace que la comunidad científica y política se fije tanto en nosotros? ¿Somos realmente los pescadores un peligro para la naturaleza? Veamos que ocurre:
Que el medio ambiente tiene problemas no es un secreto. Encendemos el televisor o cualquier otro medio de comunicación y escuchamos en bucle palabras malsonantes como: calentamiento global, sequía, combustibles fósiles y otras alarmas. La sostenibilidad está en boca de todos y es una preocupación real de la sociedad. Por supuesto se espera que los políticos actúen, tomando medidas, pero sus posibilidades de invertir la situación son en realidad escasas. Da igual cuantas cumbres internacionales celebren o lo mucho que hablen de ello; la protección del medio ambiente está directamente relacionada con la economía mundial o nuestra forma de vida y no es nada fácil reinventar el planeta. Tienen las manos atadas y este tema es hoy un “circo” repleto de gestos y buenas intenciones, con el mismo número de fracasos.
Para apaciguar la presión social nuestros políticos han dado con una solución “brillante”, que -en mi opinión- es tan cobarde como peligrosa. Impotentes frente a los grandes desafíos medioambientales (contaminación, perdida de espacios naturales y el consumo excesivo de recursos) concentran sus esfuerzos en ayudas a la comunidad científica y al ecologismo. Parece clara la voluntad de suavizar diferencias a golpe de talonario y mantener ocupados a ciertos sectores con proyectos de poca utilidad u objetivos surrealistas. Del mismo modo, se les otorga mayor poder para gestionar espacios naturales -con dinero público- dando lugar a una nueva clase de regentes. Una simple llamada telefónica o informe de estos grupos, al departamento de medio ambiente de turno, puede cambiar por completo el modo en que se nos permite trabajar en el campo o visitar nuestros bosques y ríos. Lo he visto con mis propios ojos.
Pero lo más preocupante es que estamos frente a un auténtico círculo vicioso. A mayor percepción y presión social ante estos problemas medioambientales, más poder y recursos se destinan a estos “defensores del planeta”. Una rueda que -por motivos obvios- a muchos no les interesa que se detenga. Como ejemplos los proyectos tipo LIFE, Red Natura 2000 o fondos Next Generation, florecen por doquier, siendo muchas veces una escandalosa cortina de humo.
Aquí los pescadores y cazadores simplemente sobramos. Somos los colectivos que más tiempo pasamos en espacios libres naturales y parece “imprescindible” enseñarnos quien manda y quien tiene preferencia en la agenda 2030. Además -en comparación- estamos en la prehistoria política y es muy sencillo legislar sobre nosotros cuando no sabemos defendernos.
Hace años participé activamente con Fernando Rúa en la promoción de un excitante proyecto: La Asociación Española de Bass (AEBASS). Esta iniciativa pretendía unir a todos los pescadores del país. Eran los días de la ley 42/2007 y el catálogo de especies exóticas invasoras, que puso en pie de guerra a varios sectores afectados. Esta preocupación dio lugar a algo más grande: La Plataforma en defensa de la pesca (PDP) que consiguió reunir en Madrid un asombroso número de manifestantes para protestar sobre dicha ley. Lamentablemente este proyecto se desmoronó en su momento más importante; cuando la directiva debía crear una mesa plural democrática y dar voz y voto a todos en la toma de decisiones.
Allí se perdió una gran oportunidad. En otros países, como Inglaterra, disponen desde hace tiempo de una organización sólida que tiene claro que su principal objetivo es estar unidos. ¡Por encima de todo! La unión de los pescadores hace la fuerza y sin dicha unión somos tan solo un grupo de aficionados al campo sin peso político. Igual de importante es comprender que esta unión no puede estar controlada por la administración, las derechas o las izquierdas, ni tampoco depender de las ideas de un pequeño grupo de personas. Debe responder a los intereses de todos los aficionados del país y trabajar libre sin representar ningún color.
Sin estos “requisitos” es muy difícil que se consiga.
Deseo de corazón que algún día lleguemos de nuevo a ese punto y podamos defendernos de esta “transición ecológica” tan absurda y viciada, que actualmente está diseñada en nuestra contra. Al final, los pescadores somos los primeros interesados en que nuestras aguas gocen de la mejor salud y estén repletas de vida. No dejemos que nos conviertan en los malos.